Detrás de mi casa comienzan varios senderos y a muy poca distancia empieza el parque natural de Montnegre y el Corredor. Habitualmente me doy un paseo al menos una vez por la semana y me siento muy afortunada al tener la naturaleza tan cerca. Preferiblemente voy por la mañana, y de costumbre voy sola, pero cuando alguna vez vamos en grupo, ocurre a menudo que me quede atrás, y luego tenga que correr para alcanzar a las demás. Ahora ya me conocen bien, nadie se preocupa, porque saben bien que no puedo resistirme a parar y observar de cerca aquellas texturas en la corteza de un árbol, o las finas arrugas en los pétalos de una amapola…
Mientras mis amigas caminan, charlan y disfrutan de la naturaleza en su conjunto, yo me deleito con los detalles más pequeños. Echando un vistazo a la foto de abajo, veis el margen del sendero con sus amapolas tal y como lo ven mis amigas:
Un montón de flores hermosas.
Y nuestra mente está entrenada para registrar solo “flores”, mientras seguimos nuestro camino.
Pero si realmente miráramos las flores, si nos fijáramos en sus detalles, descubriríamos que cada amapola tiene unas características que la hace única y diferente de todas las demás.
Abajo un fragmento de una acuarela de amapolas que pinté ésta primavera, donde observamos claramente las transparencias, las arruguitas y los juegos de luz y sombra que hace cada flor única:
Nuestra capacidad de mirar, de observar realmente el mundo que nos rodea es esencial en cualquier proceso creativo, independientemente del medio o las técnicas que usamos.
Para ver no necesitamos esforzarnos, basta con abrir los ojos. Es una acción superficial, pasiva. No se le da un significado a lo que se ve.
Por el contrario, “MIRAR” requiere un esfuerzo (muy gratificante por cierto), una concentración total en el objeto como conjunto y en detalle, que serán llevados a la memoria, y es aquí donde empieza el verdadero aprendizaje.
Aprender a tomar control sobre CÓMO miramos es un desafío. Es aprender a fijarnos en matices, texturas, sombras, la dirección de la luz…
Si tomáramos el tiempo de examinarlas con atención, descubriríamos que cada flor y cada planta en el margen del sendero es única y diferente a las otras. Pués.. ésta es la mirada que cualquier artista debería desarrollar para que una obra buena llegue a ser destacable.
Cuando yo empecé a practicar hace muchos años, se me abrió todo un mundo nuevo, wow ¡qué experiencia! ¡Divertidísimo! Mirar las “texturas” de las nubes en la puesta de sol, deleitarme con el reflejo difuso de unos árboles en un lago…. Además es esencial o al menos de gran ayuda a la hora de pensar en una composición para una obra ¡pero de esto hablaré otro día!